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Dedicado a esos encuentros fugaces, que solo quedarán en nuestra memoria (El Salvador)

LLUVIA DE ABRIL

Era una tarde del 12 abril de 2003, de esas en las que el cielo amenaza con romperse en cualquier momento. Mauricio apuró el paso al notar las primeras gotas caer sobre su chaqueta de mezclilla. No le dio tiempo de buscar un café o un local donde resguardarse; lo más cercano era la parada de bus, donde ya esperaba otro hombre, sacudiéndose la humedad de su camisa azul negro parcialmente destellida

Maldita lluvia murmuró el desconocido, sin dirigirse a nadie en particular.

Mauricio sonrió de lado.

Siempre sorprende cuando uno no trae paraguas.

El otro hombre levantó la vista y sonrió también. Era un poco más alto que Mauricio, de cabello castaño y algo desordenado, con una barba de días que le daba un aire despreocupado. Su expresión era relajada, pero sus ojos oscuros parecían analizaban todo con atención.

Soy Ricardodijo, extendiendo la mano.

Mauricio respondió el otro, estrechándola.

La lluvia se intensificó, y con ella, la conversación fluyó como si ambos se conocieran de toda la vida. Ricardo le contó que estaba en la ciudad solo por unos días, que trabajaba en una tienda de ropa en su pueblo y que había venido a visitar a un primo. Mauricio, en cambio, llevaba años en la ciudad, trabajando como contador en una agencia pequeña. Tenían la misma edad, 27 años, y compartían un gusto nostálgico por la música en cassette, las películas noventeras y el café cargado sin azúcar.

Cuando el agua comenzó a colarse entre el techo de la parada, Ricardo se rió. Asercandose más a mauricio sintiendo su respiración y el olor a su perfume desgastado después de un día de trabajo

Parece que ni aquí estamos seguros.

Mauricio lo miró de reojo, preguntándose por qué sentía una conexión tan inmediata con un desconocido.

Sabes qué es lo peor? dijo Ricardo sacando un cigarro pero sin encenderlo. Que este es mi último día aquí. Mañana me voy temprano.

Mauricio sintió una punzada extraña, como si algo que apenas comenzaba ya estuviera terminando.

Entonces no hay tiempo para un café comentó con un dejo de tristeza.

sRicardo se giró hacia él y le sonrió con cierta melancolía.

No en esta vida, al menos.

El bus de Ricardo llegó antes. Mauricio se quedó bajo la lluvia viéndolo partir, convencido de que, por alguna razón, volverían a encontrarse. Pero los meses pasaron, luego los años, y nunca volvió a saber de él. Solo quedó el recuerdo de aquella tarde de abril, la risa bajo la lluvia y la sensación de que, a veces, las mejores conexiones son aquellas que duran solo un instante...

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Publicado: 05/02/2025 Visualizado: 120 veces
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